Buscó en el oscuro callejón alguna puerta abierta,
pero estaba rodeada de ladrillo rojo y el olor putrefacto de los contenedores.
No sabía qué le deparaban aquel grupo grotesco, pero de una cosa estaba segura:
lucharía hasta el final.
Cuando se dio la vuelta, los vio a la salida del
callejón, saboreando la derrota de su presa y el premio que se darían tan
suculento.
-Ya no podrás escapar, pequeña ratona de biblioteca-
gruñó el que parecía el líder del grupo- La venganza será dulce, muy dulce.
Unos sonidos provenientes del resto lo secundaron y empezaron
a caminar lentamente hacia ella. Aurora suplicó una última vez a quien fuera
que la oyera que la ayudara con lo primero que apareciera en su camino,
mientras aquel grupo siniestro y corrompido se acercaba inexorablemente.
Un ruido metálico se oyó a lo largo del callejón
cuando una sombra emergió de la oscuridad.
-Hey, vosotros- llamó aquella figura. Al emerger de
las sombras un reflejo de luz cayó sobre la cabellera indomable de color del
fuego.
-Vaya, pero si es la marimacho. Ya parecía que no
pensabas socorrer a tu novia.
-No es mi novia, imbécil de mierda. Es mi amiga, así
que déjala en paz o te lo haré pagar muy caro.
El portavoz se le encaró y mostró su rostro. Era el
muchacho al que le pateó la entrepierna aquella primera vez y los demás, sus
secuaces corderos.
-Sabes que no eres intocable, ¿verdad, bruja
pelirroja? Te pillarán y te mandarán lejos de tu novia y no podrás ayudarla
cuando esté indefensa.
-Lo sé, pero antes me encargaré de romper todos los
huesos de tu cuerpo y dejarte tetrapléjico, cabrón abusón.
El muchacho hinchado de veneno, se lanzó a por ella y
la estampó contra la pared de enfrente. Acercó su cara y escupió:
-Eso ya lo veremos, bruja pelirroja. Si no te hago
pedazos a ti antes- levantó la mano y la bofetada sonó por todo el callejón.
Velma no emitió ningún sonido, cosa que alertó a Aurora impotente.
-Déjala en paz, idiota- gritó histérica- Has venido a
por mí, no por ella. Así que déjala que se vaya.
-Rory, no…- resolló su amiga, pero otra bofetada la
hizo enmudecer.
-Qué patético tu modo de socorrer a tu amiga, ratona
de biblioteca. Auténtico asqueroso. Aunque…- miró a la pelirroja que tenía
entre manos y luego a la morena- si eres capaz de hacer ese acto tan heroico,
te sugiero que lo hagas bien.
-Me entregaré a vosotros, si es lo que queréis; pero
dejadla en paz.
Una risotada colectiva se adueñó del estrecho espacio
y el portavoz cogiendo el guante, soltó de malas maneras a Velma que cayó
resollando y buscando aire contra la pared.
-Vale, preciosa; vamos a ver de qué estás hecha.
En cuanto hizo ademán de acercarse, un destello
fulgurante surcó el aire y se clavó en la pierna del muchacho. Profirió un
grito de dolor y sorpresa cuando se volvió a la pelirroja que tenía a sus
espaldas.
-Como le toques un pelo, me haré cargo de tu
pestilente cuerpo, hijo de puta- gruñó con fiereza Velma. Aquello superó la
paciencia del muchacho el cual se lanzó a por la chica.
De pronto, los ruidos de carne contra carne y los
gritos ahogados de Aurora surcaron el silencioso callejón. Luego volvió el
silencio y el cuerpo del muchacho caía hecho un amasijo a los pies de una
irreconocible Velma. Aurora la miró de hito en hito buscando algo conocido en
aquella figura oscura y vengadora, con melena llameante. Sus ojos destilaban un
sentimiento entre ira y locura. Entonces levantó la vista y se centró en el
resto del grupo.
-Estoy dispuesta a seguir dando palizas al que se le
acerque. ¿Algún voluntario?- dijo en tono bajo y lleno de promesas oscuras. Los
chicos salieron atropelladamente del callejón dejando a su líder hecho pedazos
en el suelo.
Aurora no sabía reconocer en aquella figura revuelta
al acosador que la había perseguido minutos antes o el vacilón de aquel primer
día. Tampoco podía reconocer en aquellos rasgos fieros a su mejor amiga.
-Aurora, nos vamos- Velma tendió una mano en su dirección
y como una autómata, la aceptó y estrechó. Miraron por última vez a aquel
muchacho asqueroso y emprendieron el camino a casa.
Cuando llegaron a la puerta de Velma, se detuvieron y
miraron la calle apenas alumbrada por las farolas.
-Aurora, siento haberte asustado de esta manera…-
empezó a decir Velma
-No me has asustado- le interrumpió- Hacías lo que
debías.
-No siempre estaré ahí para protegerte. Lo sabes,
¿verdad?- la miró con una mezcla de remordimiento y ansiedad.
-Si no hubieras estado, me habría defendido, por
supuesto que sí.
-Antes no estaba y cuando llegué, no parecías tener
intención de hacerlo.
Qué bien la conocía, después de casi diez años juntas.
-La próxima vez estaré preparada- le prometió Aurora
con valentía en su voz.
-Eso espero, renacuaja. Eso espero.